Ayer puse una canción de Álex Ubago y Amaia Montero muy bonita que ha llevado a que la gente me insulte un poquitito. Pues debéis saber que elegí esa canción porque hace poco inspiró un minirelato que escribí para mi partida de Midnight.
Estaba escribiendo algunos relatos sobre personajes no jugadores secundarios y me propuse hacerlos todos diferentes, con técnicas de narración raras y toda la pesca. Para el penúltimo personaje, decidí hacer que todos los diálogos del relato coincidieran con dicha canción. El resultado me gustó bastante, y como la temática es bastante actual, he decidido reescribirlo para quitar toda referencia a la partida y colgarlo aquí.
Espero que os guste:
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- Me muero por suplicarte que no te vayas, mi vida – Le dije agonizando en el suelo.
Ella lloraba y sostenía mis entrañas, intentando en vano que no salieran por el agujero en mi vientre.
- Me muero por escucharte decir las cosas que nunca digas – Continué yo, pese a notar la boca más seca que nunca, como si mi aliento vital no fuera más que saliva. - Mas me callo y te marchas.
Sus lágrimas se tornaron caudalosas, se mordió el labio para ahogar un gemido, pero no se atrevió a mirarme a los ojos. Le acaricié la cara con mi mano libre, anegada en sangre. La quise tranquilizar.
- Mantengo la esperanza de ser capaz algún día de no esconder las heridas que me duelen al pensar que te voy queriendo cada día un poco más.
Ella agarró el cuchillo, intentando sacarlo de mis tripas, pero yo lo seguía aferrando, hundiéndolo con cada gesto un poco más.
- ¿Cuánto tiempo vamos a esperar? – Le supliqué.
Ella lloró con más fuerza y asintió con la cabeza, mientras murmuraba algo. La vida se escapaba de mi interior, y me costaba escucharla. Le pregunté qué había dicho.
Al final, entre sollozos, accedió a casarse conmigo.
Y sonriendo, triunfal, solté el cuchillo antes de desmayarme.
Me desperté a la semana siguiente en el hospital. Los médicos me habían salvado. Dicen que perdí mucha sangre y que casi fallezco, pero que mi amada Samaia estuvo a mi lado todo el tiempo. Mi bella y amable prometida.
Durante mi estancia en el hospital vinieron a vernos nuestros familiares. Había que hacer todos los preparativos de la boda y no había tiempo que perder. Aunque Samaia tenía dudas, yo accedí enseguida. Ella sonrió.
La boda fue tal como me la imaginaba, sinceramente.Todos nuestros seres queridos estaban mirándonos, pero Samaia parecía asustada, temerosa del futuro. Hasta que le recité mis votos nupciales, momento en que lloró sin consuelo. Fue el instante más feliz de mi vida y alcé la voz lo más que pude para que todos escucharan mi confesión de amor eterno.
Me muero por abrazarte y que me abraces tan fuerte,
Me muero por divertirte y que me beses cuando despierte
acomodado en tu pecho, hasta que el sol aparezca.
Me voy perdiendo en tu aroma,
Me voy perdiendo en tus labios que se acercan
susurrando palabras que llegan a este pobre corazón.
Voy sintiendo el fuego en mi interior.
Fue ese preciso instante en el que sus padres . Ese día murieron muchísimas personas, pero nosotros nos acurrucamos donde estábamos y sobrevivimos.
Samaia y yo vivíamos todo lo felices que podíamos estar. Yo trabajaba en la construcción y ella cuidaba de la casa. Aunque quería salir y seguir trabajando, pyo le hice entrar en razón. Tenía que quedarse en casa para cuidar de los niños que vendrán. Es más, ahora mismo está embarazada de nuestro primer hijo. Le llamaremos Alex, como su padre.
Recuerdo un día en que estaba particularmente triste. La cena no le había quedado tan bien como otros días y parecía extrañamente pensativa. Fui a ella y, con mi tono más tranquilizador, le hablé.
- Me muero por conocerte, saber que es lo piensas – Le froté el hombro y esbocé una sonrisa - Abrir todas tus puertas y vencer esas tormentas que nos quieran abatir.
Me dijo lo más cruel que podía haberme dicho. Me dijo que se sentía sola todo el día encerrada en casa y que quería sentirse útil en la sociedad. Pero yo soy una persona tranquila y le expliqué lo que pasaba. Que no entendía lo mal que lo pasaba yo poniendo la comida sobre la mesa todos los días y lo mal que me sentía por sus acusaciones, como si necesitara a otras personas además de yo para ser feliz.
- Centrar en tus ojos mi mirada, cantar contigo al alba – Haciéndole notar que no debería haber nadie más en nuestras vidas, me acerqué para besarla - Besarnos hasta desgastarnos nuestros labios.
Ella rehuyó mi beso y argumentó que eso no era suficiente. Que quería hablar de nuevo con las harpías de sus amigas (las mismas que le aleccionaban para que me dejara) y volver a su vida antes de nuestra boda.
Y no pude evitarlo. Yo no quería hacerlo, pero tuve que darle una bofetada. Como seguía hablando y gritándome, tuve que darle un puñetazo y una patada cuando cayó al suelo. Mientras, le explicaba por qué lo hacía.
- …y ver en tu rostro cada día. Crecer, soñar, dejar todo surgir, aparcando el miedo a sufrir.
Esa noche lloró mucho. Y yo también estaba triste por lo que me había obligado a hacer. Pero se le pasó y al par de días hicimos el amor como nunca. Recordamos viejos tiempos, antiguas anécdotas y cicatrices.
- Me muero por explicarte lo que pasa por mi mente, - Le aseguré - Me muero por intrigarte y seguir siendo capaz de sorprenderte.
Y ahora nos vamos de aquí. Ahora, rara vez insiste en salir de casa. Y yo lo agradezco, porque no me gusta tener que pegarla. Yo hubiera preferido quedarme en nuestro precioso apartamento, pero los padres de Samaia la estaban poniendo en mi contra, diciendo que yo era malo con ella. Así que nos tuvimos que ir de la ciudad. Ella tampoco quería, pero le hice entrar en razón.
Todavía recuerdo la vez que la escuché a escondidas contándole a su madre que nos íbamos. Su madre intentaba ponerla en mi contra y al final ella le explicó que me amaba con locura, le explicó lo que sentía.
- “Sentir cada día ese flechazo al verte” – Lo que siempre me decía a mí - ¿Que más dará lo que digan? ¿Que más dará lo que piensen?
La harpía de su madre le suplicó que no se fuera conmigo, que me abandonara. Que no hiciera locuras.
- Si estoy loca es cosa mía – le replicó ella - Y ahora vuelvo a mirar el mundo a mi favor, vuelvo a ver brillar la luz del sol.
Y ahora nos vamos de aquí, donde podamos empezar una vida desde cero, sin malas influencias para mi esposa y un trabajo digno para mí. Todo será mucho mejor, y ella ahora también lo sabe.
Estaba escribiendo algunos relatos sobre personajes no jugadores secundarios y me propuse hacerlos todos diferentes, con técnicas de narración raras y toda la pesca. Para el penúltimo personaje, decidí hacer que todos los diálogos del relato coincidieran con dicha canción. El resultado me gustó bastante, y como la temática es bastante actual, he decidido reescribirlo para quitar toda referencia a la partida y colgarlo aquí.
Espero que os guste:
- Me muero por suplicarte que no te vayas, mi vida – Le dije agonizando en el suelo.
Ella lloraba y sostenía mis entrañas, intentando en vano que no salieran por el agujero en mi vientre.
- Me muero por escucharte decir las cosas que nunca digas – Continué yo, pese a notar la boca más seca que nunca, como si mi aliento vital no fuera más que saliva. - Mas me callo y te marchas.
Sus lágrimas se tornaron caudalosas, se mordió el labio para ahogar un gemido, pero no se atrevió a mirarme a los ojos. Le acaricié la cara con mi mano libre, anegada en sangre. La quise tranquilizar.
- Mantengo la esperanza de ser capaz algún día de no esconder las heridas que me duelen al pensar que te voy queriendo cada día un poco más.
Ella agarró el cuchillo, intentando sacarlo de mis tripas, pero yo lo seguía aferrando, hundiéndolo con cada gesto un poco más.
- ¿Cuánto tiempo vamos a esperar? – Le supliqué.
Ella lloró con más fuerza y asintió con la cabeza, mientras murmuraba algo. La vida se escapaba de mi interior, y me costaba escucharla. Le pregunté qué había dicho.
Al final, entre sollozos, accedió a casarse conmigo.
Y sonriendo, triunfal, solté el cuchillo antes de desmayarme.
Me desperté a la semana siguiente en el hospital. Los médicos me habían salvado. Dicen que perdí mucha sangre y que casi fallezco, pero que mi amada Samaia estuvo a mi lado todo el tiempo. Mi bella y amable prometida.
Durante mi estancia en el hospital vinieron a vernos nuestros familiares. Había que hacer todos los preparativos de la boda y no había tiempo que perder. Aunque Samaia tenía dudas, yo accedí enseguida. Ella sonrió.
La boda fue tal como me la imaginaba, sinceramente.Todos nuestros seres queridos estaban mirándonos, pero Samaia parecía asustada, temerosa del futuro. Hasta que le recité mis votos nupciales, momento en que lloró sin consuelo. Fue el instante más feliz de mi vida y alcé la voz lo más que pude para que todos escucharan mi confesión de amor eterno.
Me muero por divertirte y que me beses cuando despierte
acomodado en tu pecho, hasta que el sol aparezca.
Me voy perdiendo en tu aroma,
Me voy perdiendo en tus labios que se acercan
susurrando palabras que llegan a este pobre corazón.
Voy sintiendo el fuego en mi interior.
Fue ese preciso instante en el que sus padres . Ese día murieron muchísimas personas, pero nosotros nos acurrucamos donde estábamos y sobrevivimos.
Samaia y yo vivíamos todo lo felices que podíamos estar. Yo trabajaba en la construcción y ella cuidaba de la casa. Aunque quería salir y seguir trabajando, pyo le hice entrar en razón. Tenía que quedarse en casa para cuidar de los niños que vendrán. Es más, ahora mismo está embarazada de nuestro primer hijo. Le llamaremos Alex, como su padre.
Recuerdo un día en que estaba particularmente triste. La cena no le había quedado tan bien como otros días y parecía extrañamente pensativa. Fui a ella y, con mi tono más tranquilizador, le hablé.
- Me muero por conocerte, saber que es lo piensas – Le froté el hombro y esbocé una sonrisa - Abrir todas tus puertas y vencer esas tormentas que nos quieran abatir.
Me dijo lo más cruel que podía haberme dicho. Me dijo que se sentía sola todo el día encerrada en casa y que quería sentirse útil en la sociedad. Pero yo soy una persona tranquila y le expliqué lo que pasaba. Que no entendía lo mal que lo pasaba yo poniendo la comida sobre la mesa todos los días y lo mal que me sentía por sus acusaciones, como si necesitara a otras personas además de yo para ser feliz.
- Centrar en tus ojos mi mirada, cantar contigo al alba – Haciéndole notar que no debería haber nadie más en nuestras vidas, me acerqué para besarla - Besarnos hasta desgastarnos nuestros labios.
Ella rehuyó mi beso y argumentó que eso no era suficiente. Que quería hablar de nuevo con las harpías de sus amigas (las mismas que le aleccionaban para que me dejara) y volver a su vida antes de nuestra boda.
Y no pude evitarlo. Yo no quería hacerlo, pero tuve que darle una bofetada. Como seguía hablando y gritándome, tuve que darle un puñetazo y una patada cuando cayó al suelo. Mientras, le explicaba por qué lo hacía.
- …y ver en tu rostro cada día. Crecer, soñar, dejar todo surgir, aparcando el miedo a sufrir.
Esa noche lloró mucho. Y yo también estaba triste por lo que me había obligado a hacer. Pero se le pasó y al par de días hicimos el amor como nunca. Recordamos viejos tiempos, antiguas anécdotas y cicatrices.
- Me muero por explicarte lo que pasa por mi mente, - Le aseguré - Me muero por intrigarte y seguir siendo capaz de sorprenderte.
Y ahora nos vamos de aquí. Ahora, rara vez insiste en salir de casa. Y yo lo agradezco, porque no me gusta tener que pegarla. Yo hubiera preferido quedarme en nuestro precioso apartamento, pero los padres de Samaia la estaban poniendo en mi contra, diciendo que yo era malo con ella. Así que nos tuvimos que ir de la ciudad. Ella tampoco quería, pero le hice entrar en razón.
Todavía recuerdo la vez que la escuché a escondidas contándole a su madre que nos íbamos. Su madre intentaba ponerla en mi contra y al final ella le explicó que me amaba con locura, le explicó lo que sentía.
- “Sentir cada día ese flechazo al verte” – Lo que siempre me decía a mí - ¿Que más dará lo que digan? ¿Que más dará lo que piensen?
La harpía de su madre le suplicó que no se fuera conmigo, que me abandonara. Que no hiciera locuras.
- Si estoy loca es cosa mía – le replicó ella - Y ahora vuelvo a mirar el mundo a mi favor, vuelvo a ver brillar la luz del sol.
Y ahora nos vamos de aquí, donde podamos empezar una vida desde cero, sin malas influencias para mi esposa y un trabajo digno para mí. Todo será mucho mejor, y ella ahora también lo sabe.
2 comentarios:
Hola Álvaro.
Como ves, he creado un blog de la serie, por si alguna vez te da por pasarte. Tu "aportación" aparecerá en el capítulo 7, para que lo sepas y lo puedas... publicitar.
Un saludo!
Wenas, por lo pronto ya te tengo en el RSS y si me haces un banner jonito, te agrego a la lista de blogs.
¡Suerte el viernes con el estreno!
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