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sábado, junio 07, 2008

El Departamento 974

Acabo de enterarme que la anécdota para el concurso tiene que escribirse en los comentarios del post, por lo que mis tres páginas y pico de chorradas no tienen cabida.

De igual, yo me divertí escribiéndolas y, de paso, las puedo colgar aquí ¡Que lo disfrutéis!

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Es costumbre navideña en mi familia que, entre todos los nietos, realicemos lo que se viene en llamar el "Amigo Invisible". Para quien no conozca esta práctica, consiste en sortear quien regala a quien y todos debemos hacer un único regalo y recibir un único regalo de una persona que no sabemos quién es. La gracia del asunto es intentar descubrir quien te regala e intentar sonsacar que regalar a quien te ha tocado.

Esto que relato ocurrió hace unos años, mis primos y yo éramos más jóvenes y no podíamos gastarnos mucho en los demás, así que el tope del regalo estaba en 5€. La verdad es que no recuerdo a quién regalé ni el qué, pero lo cierto es que ese año yo ya había celebrado el "Amigo Invisible" con mis amigos y me habían regalado una tacita (Digo tacita porque tiene tamaño de vaso de chupito...) de Los Simpsons. Así que imaginaros mi sorpresa cuando desenvuelvo mi regalo y me encuentro con una taza idéntica, con el mismo Bart escribiendo algo turbio en la pizarra que ocupaba toda la superficie externa. Por supuesto, dije que ya tenía el regalo y me dieron el ticket para ir a cambiarlo. Podía haber sonreído y quedarme la taza, pero a mi edad de entonces, 5€ era una de las cosas más suculentas del mundo (Si lo administraba bien, podía comprarme 4 cómics ¡Wow!). Esa decisión fue mi perdición...

Al día siguiente me dirigí a El Corte Inglés con mi tacita repetida y fantaseando en los cómics que me iba a comprar. Mi primo me había dicho que había comprado la taza en "el piso superior al de videojuegos". Por lo que fui al índice de pisos y me encaminé a dicha planta.

Era la planta de Menaje del Hogar, con miles de tazas, platos, teteras y demás extras de "La Bella y la Bestia". Como no vi nada de Los Simpsons, le pregunté a un dependiente que, mirando el código de barras de la tacita, dijo:

-¿Departamento 974? No sé donde está eso... Espera que le pregunte a mi compañera.

Y se fue al inframundo del Corte Inglés. Ese mundo paralelo al nuestro al que se puede llegar cuando atraviesas las puertas con carteles de "Sólo empleados". Ese mundo donde a veces van los dependientes y vuelven con zapatos de tu talla, camisetas de otro color y, a veces, con una sonrisa triste que dice "Lo siento, no nos queda". Y allí se dirigió, fuera de mi alcance, con la taza que era el billete para 3 o 4 cómics, posiblemente con dinosaurio, mutantes y/o ninjas en su interior. Yo me aposté en la puerta, pues no quería quedarme sin mi tesoro y esperé cerca de 10 minutos hasta que apareció de nuevo el portador de mi taza. Esta vez salió con la sonrisa triste y me dijo.

-Mira, el Departamento 974 está en el piso de arriba. Pasa por allí y pregunta.

¿Departamento 974? ¿De dónde sacaba la información el hombre? ¿La taza le hablaba en una frecuencia sonora reservada para los gatos y los dependientes de centros comerciales? Preguntas sin respuesta...

Me dirigí a mi nuevo destino, que resultó ser una zona llena de edredones, mantas y ovejitas de peluche de Carmen Sevilla. Me volví a acercar a un dependiente (Esta vez una mujer) que volvió a examinar el código de barras y dictaminó:

-¿Departamento 974? No sé donde está eso... Espera que le pregunte a mi compañera.

Y se fue caminando hacia el horizonte, llevándose mi taza. Si la taza tuviera vida, Bart Simpson se estaría descojonando en mi cara. Yo me armé de valor y seguí a la mujer mientras se dirigía a toda velocidad a la otra punta del edificio. Casi la pierdo, pero la divisé entre unas mantas de Winnie the Pooh y redirigí la trayectoria para entrar en curso de colisión con la buena señora. Al final la alcancé justo cuando había encontrado a su compañera y alcancé a oír parte de la conversación:

-¿Departamento 974? ¿Eso qué es?
-Ni idea, pero parece una tacita muy mona.
-Mándale a juguetería, a ver si allí saben decirle...

Y allí fui... Bajar a nivel de la calle, cruzar al edificio de enfrente, sorteando el FNAC y subir otros 3 o 4 pisos hasta alcanzar la juguetería... Ya empezaba a pensar que los cómics no valían tanto la pena, que siempre se los podía pedir prestado a un amigo o leerlos en la propia tienda, pero mi cabezonería me hizo seguir buscando mi recompensa. Ya ni me molesté en mirar primero si veía réplicas de la taza por algún sitio, simplemente busqué a un empleado con pinta de listo y me acerqué.

-¿Departamento 974? No sé donde está eso... Espera que le pregunte a mi compañera.

Y otra vez a correr, esta vez sorteando niños y madres angustiadas. Después de caminar un buen trecho, llegó a su compañera, le dijo algo al oído, le enseñó el código de barras y ella dijo (¡Venga, todos a coro!):

-¿Departamento 974? No sé donde está eso... Espera, que le pregunto a Enrique.

¡Hombre! Por fin un cambio en la tónica habitual. Al menos sé que uno de los dependientes no es un robot Nexus-6, porque tiene nombre propio. Llegamos a Enrique, que sacó un listín enorme y se puso a buscar los códigos de departamento. Imaginaos la escena: Dos dependientes sosteniendo una taza y mirándola por todos lados, como esperando encontrar una Piedra de Roseta en el texto que Bart escribe en la pizarra y un tercer dependiente buscando en un grimorio medieval (Por el polvo que tenía, debía ser mínimo del siglo XII) mientras un chaval está cruzado de brazos con un ticket regalo en la mano.

Al final, el tal Enrique me dice que tengo que irme al edificio de enfrente (Otra vez), a la entreplanta y allí preguntar por el departamento de Cosas… Yo ya me veía parando el ascensor entre medio de dos plantas y abriéndolo con ayuda de una palanca de hierro, y luchando contra criaturas abisales provenientes del departamento de “Cosas”. Pero cogí mi tacita, crucé al edificio de enfrente y fui a la entreplanta, que resulta estar entre la primera y la segunda planta y se accede normalmente a ella. El departamento de cosas tampoco tenía seres salidos de la mente de H.P. Lovecraft, sino que tenía réplicas de armaduras, caballos, estandartes y demás artilugios bélicos, junto a camisetas con frase del tipo “Fuiste a MADRID y sólo me trajiste esta camiseta”, trofeos de mentirijillas y souvenirs varios.

Me pongo a la cola y, justo cuando llego, una de las dos dependientas se va a descansar. Me queda la otra delante, que coge la taza y, mirando el código de barras, dice:

-¿Departamento 974? No sé donde está eso... Espera, que le pregunto a mi compañera.

Y otra vez entro en modo persecución, pero esta vez buscando cámaras ocultas por todos lados, esperando ver a alguien de seguridad señalándome y riéndose. Llegamos sin que hallara ninguna de esas evidencias hasta la otra dependienta, que miró el código de barras y me dijo:

-¿Departamento 974? No sé donde está eso...

Yo a punto de echarme a llorar, le expliqué que llevaba una hora caminando por varios sitios y que al final un tal Enrique miró el directorio de departamentos y me dijo que era aquí… La mujer sonrió con esa mirada de “Pobrecito, se están riendo de él” y, amablemente, me contestó:

-Es que con la temporada navideña, se reestructuran muchos departamentos y cambian de lugar. El que estaba antes aquí ahora está en el edificio de enfrente, en el departamento de pre-escolar, sección caprichos.

Pero a ver ¿Quién le pone nombre a los departamentos? ¿De “Cosas”? ¿De “Caprichos”? Me imagino contratando a los guionistas de DC para buscar nombres con gancho y descartando cosas como “Tierra 1” o “Kingdom Come” por poco descriptivos…

Le pregunto a la mujer en qué piso está eso y, encogiéndose de hombros, me contesta:

-Eso no te lo puedo decir.

¿Qué pasa? ¿Qué es secreto? ¿Hay un juego desconocido por mí que consiste en esconder departamentos para que pardillos como yo los busquen? En fin, que me dirigí al edificio de enfrente y tiré directamente a la planta de juguetes. Allí veo dos dependientas hablando como si no tuvieran trabajo. Rezando por que no estuvieran enteradas del juego de esconder departamentos, plaqué a una de ellas y le pregunté por el departamento-de-pre-escolar-sección-caprichos:

-Bufffff, eso va a estar en la tercera planta - Por lo visto si estaba enterada del juego.

Casi agonizando, tras hora y media de búsqueda infructuosa, la amenaza de que la tienda de cómics está a punto de cerrar y la horrible sensación de que, de un momento a otro, del hilo musical empezaría a salir la musiquita de Benny Hill y un grueso de tías en bikini iban a echarse a correr tras de mi, fui al edificio de enfrente.

Y fui a la tercera planta.

Y busqué el departameno de pre-escolar.

Y fui a la sección de caprichos.

Y me dirigí a la dependienta.

Esperé que dejara de hablar por teléfono (5 minutos más sintiendo como mis pies estaban a punto de implosionar por el esfuerzo).

Y le pregunté… ¿Sabéis la respuesta?

-¿Departamento 974? No sé donde está eso... Espera que le pregunte a mi…

Cogí la taza y me fui a mi casa. Sin dinero, con mi taza repetida y con ampollas en los pies…

Al día siguiente fui con mi primo al Corte Inglés para que me guiara a devolver la taza. Resultó que él se refería al piso por encima de los juegos de ordenador, no de consola. Fuimos allí y nos encontramos con una zona con cosas de South Park y Los Simpsons, rebuscando bien, encontramos UNA taza igual a la mía, así que fuimos a devolver la taza allí mismo. La dependienta miró el código de barras y dijo:

-¿Departamento 974? No sé donde está eso... Espera que…

Mi primo me agarró para que no le mordiera la yugular y la señora mientras le gritaba que este era el sitio correcto, que estaba seguro.

No sé si fue el impacto visual o que se dio cuenta que era cierto, pero lo cierto es que pude devolver la taza y me devolvieron los 3.5€ que costaba.

Y ni siquiera recuerdo qué cómics me compré…

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja ya no me acordaba de la mítica historia del departamento 974.

Yo creo que para Eurovisión sería mejor mandar a los bajip de la gomera cantando en inglés, la cosa es quedar últimos y que nos echen por la puerta grande, ¡¡no ganar!!

Saludos
El farmaceútico.